27/11/2013
Hola Querida. Siento que tengas que
leer esto, pero lo necesito.
Empecé en un instituto nuevo para
mí, hace ya 4 años. Llegué abatido, ya que las circunstancias habían hecho que
pasase el verano completamente sólo, a mis 16 años. Y allí la conocí, una rosa
negra. Ella tenía sombras en el fondo de su mirada que me daban escalofríos.
Quise conocerla, poder ayudarla… quise pasar mi tiempo con ella, y con asombro
comprobé que ella también quería. Para mi sorpresa todo iba bien, y con el
tiempo me fui haciendo un hueco en su
corazón. Joder…
Luego pasó algo que lo cambió todo.
Para siempre. Cómo expresarlo… Aunque no quise verlo, desde ese momento en
algún lugar de mi cabeza tenía la certeza de que Ella no era la persona junto a
la que pasaría el resto de mi vida.
Sentí cosas la primera vez que te
vi, Querida.
Habíamos compartido ya muchas horas
al ordenador para entonces, y nos entendíamos muy bien, como siempre hemos
hecho. Te encontraba fascinante, eras pura luz. Pero tenerte enfrente por
primera vez… eso fue diferente. Aquel día estuvimos en el parquecito, al lado
de tu casa, ¿Recuerdas? Es como si aún
te estuviese viendo. Eras aún muy joven, aunque no pude evitar pensar que tenías
los ojos más bonitos que había visto nunca. Tenías el pelo cortito, más largo por
delante que por detrás. Llevabas aparato dental, y vestías tu chaqueta de
aviadora. Eras realmente adorable. Aun siendo tan joven, ya eras única…
especial. Eras tú. Cada vez que volvíamos a quedar los tres, una sombra de
culpa crecía y crecía en mi interior, y yo sólo quería pensar que realmente no
me había enamorado, que solo era aprecio o cariño… Mucho tiempo me hizo falta
para ver la realidad de mis sentimientos.
Eres muy hermosa Querida, jamás lo
dudes… El olor de tu cabello como una
eterna primavera… Y tu mirada… desistí hace mucho de intentar describirla.
“Entro en la estación y pregunto por
mi tren…
-Llega usted años tarde… Si es que
alguna vez existió siquiera el andén.”
Mi intención no es enamorarte con
este texto, nada más lejos. No voy a llegar con mi caballo blanco a rescatarte.
Solo quiero aligerar mi conciencia, quiero que me digas que nunca has sentido
nada por mí y que he hecho bien callándome todos estos años. Esto solo es un
intento desesperado para poder quedar en paz conmigo mismo, para quitarme de
encima este peso. No quiero perderte, Querida. Y quiero pensar que aún tengo
algo de ti que perder.
Puedes estar tranquila. Creo que no
sientes por mí lo mismo que yo. Y creo que ya sabías de alguna manera lo que
siento. Nunca he podido ocultarte nada… Si te estoy escribiendo estas líneas,
es porque creo que tienes derecho a saberlo. Tienes derecho a saber que te
daría todo si me lo pidieras. Tienes derecho a saber que fui un cobarde, que
soy un guerrero sin honor que se rindió sin una dama por la que luchar. Y
tienes derecho a saber que te he pensado en secreto todo este tiempo.
Debes saber, por último, que siempre
estaré ahí… incluso cuando creas que estás sola, y la angustia te ahogue. Recuerda
que yo SIEMPRE estaré ahí.
Si algún día, hoy o en mil años, me
necesitas contigo… Acudiré sin dudarlo.
Porque no se me ocurre nada mejor…
que esperar a poder regalarte mi tiempo algún día…
Gracias por todo Querida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario