14 dic 2013

Cuando cae la esperanza

Es como un susurro.
Suave, sosegada y discreta... un roce tuyo basta para robarme un escalofrío. Más allá. Nudo en la garganta. Curiosa sensación, la que siento al ver como mi última esperanza desaparece, castillo de arena entre las olas de un mar embravecido. Me sorprendo al ver que el tren está pasando, veloz y estrepitoso, y notar que lo siento extraño, como si la persona mas importante de mi mundo no fuese montada. Y ver tras el cristal tus ojos, encendidos como dos luciernagas... mirándome como solo tú lo haces, con esa intensidad, sonriéndome mientras lloro... ignorante o indiferente al hecho de que si marcho, es para no volver.


Cada pensamiento se clava. Y desgarra.
Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… como una lluvia ácida.

Observo, sediento, el manantial que tengo frente a mí. A pesar de que lo tengo al alcance de mi mano, no tengo el valor de tocarlo por miedo a que se esfume. Y cada vez estoy más y más débil... Me pregunto si realmente mi manantial es un espejismo, y yo no tengo escapatoria. Puede que nunca haya tenido ninguna opción, quizá mi destino siempre ha estado determinado, y alguien se ríe de mí cada vez que imagino que puedo hacerte feliz, que puedo salvarte. Que puedo salvarnos. 

Más y más débil. 

Saber que no tengo más vida para darte que la que estoy gastando. Y mis dudas. Susurrarme a voces qué hubiera pasado si hubiese sido diferente, si nos hubiésemos conocido de otra manera, en otro contexto... En otra vida quizá.
Me voy derrumbando, como un árbol viejo de más al que las termitas han carcomido por dentro, y del que no queda ya mas que la podrida y frágil corteza... Totalmente vacío. A la espera de que una bocanada de realidad lo derrumbe en cualquier momento.

Lo peor...
Que ella es la única que podría calmar mi sed en este desierto.