14 mar 2015

Para tí, querida.


27/11/2013
Hola Querida. Siento que tengas que leer esto, pero lo necesito.
Empecé en un instituto nuevo para mí, hace ya 4 años. Llegué abatido, ya que las circunstancias habían hecho que pasase el verano completamente sólo, a mis 16 años. Y allí la conocí, una rosa negra. Ella tenía sombras en el fondo de su mirada que me daban escalofríos. Quise conocerla, poder ayudarla… quise pasar mi tiempo con ella, y con asombro comprobé que ella también quería. Para mi sorpresa todo iba bien, y con el tiempo me fui  haciendo un hueco en su corazón. Joder…
Luego pasó algo que lo cambió todo. Para siempre. Cómo expresarlo… Aunque no quise verlo, desde ese momento en algún lugar de mi cabeza tenía la certeza de que Ella no era la persona junto a la que pasaría el resto de mi vida.
Sentí cosas la primera vez que te vi, Querida.
Habíamos compartido ya muchas horas al ordenador para entonces, y nos entendíamos muy bien, como siempre hemos hecho. Te encontraba fascinante, eras pura luz. Pero tenerte enfrente por primera vez… eso fue diferente. Aquel día estuvimos en el parquecito, al lado de tu casa, ¿Recuerdas?  Es como si aún te estuviese viendo. Eras aún muy joven, aunque no pude evitar pensar que tenías los ojos más bonitos que había visto nunca. Tenías el pelo cortito, más largo por delante que por detrás. Llevabas aparato dental, y vestías tu chaqueta de aviadora. Eras realmente adorable. Aun siendo tan joven, ya eras única… especial. Eras tú. Cada vez que volvíamos a quedar los tres, una sombra de culpa crecía y crecía en mi interior, y yo sólo quería pensar que realmente no me había enamorado, que solo era aprecio o cariño… Mucho tiempo me hizo falta para ver la realidad de mis sentimientos.
Eres muy hermosa Querida, jamás lo dudes…  El olor de tu cabello como una eterna primavera… Y tu mirada… desistí hace mucho de intentar describirla.
“Entro en la estación y pregunto por mi tren…
-Llega usted años tarde… Si es que alguna vez existió siquiera el andén.”
Mi intención no es enamorarte con este texto, nada más lejos. No voy a llegar con mi caballo blanco a rescatarte. Solo quiero aligerar mi conciencia, quiero que me digas que nunca has sentido nada por mí y que he hecho bien callándome todos estos años. Esto solo es un intento desesperado para poder quedar en paz conmigo mismo, para quitarme de encima este peso. No quiero perderte, Querida. Y quiero pensar que aún tengo algo de ti que perder.
Puedes estar tranquila. Creo que no sientes por mí lo mismo que yo. Y creo que ya sabías de alguna manera lo que siento. Nunca he podido ocultarte nada… Si te estoy escribiendo estas líneas, es porque creo que tienes derecho a saberlo. Tienes derecho a saber que te daría todo si me lo pidieras. Tienes derecho a saber que fui un cobarde, que soy un guerrero sin honor que se rindió sin una dama por la que luchar. Y tienes derecho a saber que te he pensado en secreto todo este tiempo.
Debes saber, por último, que siempre estaré ahí… incluso cuando creas que estás sola, y la angustia te ahogue. Recuerda que yo SIEMPRE estaré ahí.
Si algún día, hoy o en mil años, me necesitas contigo… Acudiré sin dudarlo.
Porque no se me ocurre nada mejor… que esperar a poder regalarte mi tiempo algún día…
Gracias por todo Querida.